viernes, 3 de septiembre de 2010

ATRÁS QUEDÓ LA INDIGENCIA CLÁSICA

Caminaba por las calles de Santiago solitaria, tranquila, ordenada, Paseo Ahumada, unos cuantos evangélicos por ahí ungiendo a un vagabundo cubierto con una frazada indeleble, al recorrer con mis ojos podía reconocer a varios comerciantes ambulantes, quizás más allá delincuentes encubiertos acechaban a su probable víctima, en cuanto a esto no puedo asegurar nada, ya que no ví ni la mínima expresión de delincuencia en mi corta estadía en la Capital, tal vez sea por eso, porque estuve tres días, pero fueron necesarios para comprobar el amor que siento por Conce.

Fué como una prueba de amor, porque ya se me había pasado el apego que siempre había sentido por mi territorio, el fuego en mi ser de proviniciana se encontraba casi extinto, pasearme por una verde Laguna Grande ya no me llenaba en lo más mínimo, y los cisnes, sí!, los cisnes, ya no me importaban, ya no quería verlos de cerca, ya no quería saber como era la huevada naranja que tenían en la punta del pico, ya todo me daba lo mismo, odiaba la U de Conce, los arrabales todos aquellos que conocí estando allí, todo me sabía mal, por eso mismo hace un tiempo decídi darme un tiempo a Conce, y me alejé buscando un poco de smog y problemas del tránsito.


Caminaba entonces por el Paseo Ahumada nada nuevo por las veredas, sólo lo que describía anteriormente, pero de pronto asomé la vista a cierto lugar y logré divisar a una tribu urbana bastante grande que corría salvajemente hacía las afueras de un local Mc mierda en donde un operario cualquiera se disponía a botar bolsas negras con basura.
La tribu urbana corría hasta allí, le pegaron a un perro que se les atravesó en el camino y quiso competir con ellos en la recolección, yo pensaba que en el área de la basura también habían residuos de otras tiendas, no se pos, imaginé radios malas, calculadoras viejas no se pos algo que sirve, pero no!
La tribu de adolescentes no iba a recolectar ese tipo de cosas, la tribu se dirigía a extraer de aquella basura residuos de papas fritas, hamburguesas y cualquier hueváh sobrante para comer, y era como la nueva moda, me pareció como a indigencia top.
Todos ellos iban bien vestidos, ojos pintados, enchulados, muy acordes con su tribu(poke, emo no se que mierr), pero me pareció extremadamente decadente verlos a todos llegar a ese nivel, porque puedo jurar que no lo necesitaban.


Más que la delincuencia y cualquier cosa que pueda suceder en santiago, lo que más me da pena son sus jóvenes, contaminados hasta el alma, ellos fueron los que me hicieron querer retornar a mi ciudad de la que soy aborigen, por lo menos acá aún no veo eso, por lo menos acá sólo he conocido el amor, el alcohol, la marihuana y otras indefensas estupideces.
Amo Concepción, y no hay prueba de amor que valga para comprobarlo.

No hay comentarios: